Sergio Salazar Álvarez, Magíster en Arquitectura, Escuela de Arquitectura, Facultad de Arquitectura, Diseño y Artes Visuales Universidad UNIACC.
En tiempos en que la ciudad parece ser un espacio de manifiestas tensiones sociales y políticas, con algunos territorios en constante disputa, es recomendable volver a pensar en nuestros barrios como lugares de civilidad, identidad y patrimonio. No olvidemos que la noción de patrimonio se encuentra siempre en un proceso de construcción y deconstrucción de acuerdo con las necesidades de la sociedad que hereda esos valores. La mirada sobre este cambia, evoluciona y se ajusta acorde a la relación que se establece entre los elementos que constituyen el espacio urbano y las comunidades. Los valores que asignamos a nuestros barrios como entes identitarios o culturales, son construcciones sociales que unos pueden aceptar y otros no. Por ello, resulta relevante hablar de participación ciudadana para escuchar y acordar cuáles son los valores que compartimos y lo que deseamos en común para la gestión de la ciudad.
Desde la experiencia de comunidades organizadas es posible hablar de tres tipos de participación en la construcción de sus barrios: participación política, participación social y participación ciudadana. Esta última se refiere al mecanismo con que los ciudadanos influyen en las decisiones del Estado o del Gobierno en la administración y gestión de su territorio. En los últimos años, a nivel global y local, la participación ciudadana se ha transformado en una demanda habitual por parte de las comunidades, que la consideran parte de la expresión de la democracia. Es posible identificar distintos niveles de participación ciudadana, los cuales según autores como Arnstein (1969), serían ocho en total y se dividen en tres grandes grupos, siendo los más bajos, o de la no participación, la manipulación y la terapia, de nivel medio, la información y consulta, y entre los más altos, la delegación de poder y el control ciudadano. Pueden reconocerse, además, dos grandes grupos de modelos de participación ciudadana; unidimensionales y multidimensionales (Martínez, 2011). Los primeros se caracterizan por su visión jerárquica y tecnocrática, y los segundos, por representar a la ciudadanía de manera completa y amplia, a la vez de promover las iniciativas autónomas de los colectivos y organizaciones sociales.
Ahora bien, la idea de participación ciudadana aquí descrita es un concepto relativamente nuevo, y ha significado la implementación bajo su título genérico de muy diferentes prácticas en términos de programas, políticas e iniciativas comunitarias, caracterizadas por un intento de vinculación de los ciudadanos a cuestiones que antes correspondían exclusivamente a las instituciones. Procurando una construcción más sólida y permanente de la participación como uno de los motores de los nuevos canales de compromiso político entre las personas y sus instituciones, el concepto de participación ciudadana debe sostenerse sobre estrategias efectivas de apertura de espacios para la decisión en el ámbito público y orientados hacia la corresponsabilidad entre políticos, técnicos y ciudadanos a la hora de gestionar los ámbitos colectivos.
Educar desde los barrios para la participación ciudadana es un compromiso que ha ido adquiriendo peso y relevancia como método para formar conciencia ciudadana en el seno de la sociedad donde niños y adultos se relacionan y experimentan. La cuestión es cómo articular las políticas de gestión urbana con las generaciones actuales para la construcción de una sociedad con un desarrollo de conciencia histórica, una formación para el pensamiento crítico y social y el desarrollo de una conciencia democrática activa. El desafío es formar un ciudadano que aprenda a valorar el pasado que le rodea, entendiéndolo como la configuración de su presente y que le ayude a participar activamente en la construcción de su futuro.
Prácticas de participación ciudadana
Hoy se está frente a una importante diversidad de formas, mecanismos, temáticas, alcances y objetivos la participación ciudadana. La siguiente tabla brinda una cierta panorámica global que puede orientar sobre los actuales mecanismos de participación ciudadana:
Respecto a los mecanismos de implicación activa existe un diferente énfasis entre aquellos que acentúan su búsqueda mediante un proceso importante de debate y la construcción colectiva a la hora de elaborar alternativas ciudadanas o tomar decisiones ante las problemáticas planteadas, y aquellos que lo que buscan en mayor medida en el papel activo, implicado y sostenido de la ciudadanía, incluso en la gestión de los procesos que se abren y que varían según temáticas (Subirats, 2005).
Junto a esta diversidad resulta interesante determinar algunos horizontes sobre hacia dónde debe avanzar la participación ciudadana. Como en casi todo y también en políticas públicas, los resultados e impactos de estas prácticas van a depender de la forma en que se realicen, y si los objetivos apuntan en mayor o menor medida, a una transformación social. Algunos requisitos para que se hable de una participación que realmente tenga efectos significativos sobre la ciudad y nuestros barrios son: quiénes pueden y deben participar, los temas que se tratan, las formas de la participación, y especialmente, el impacto y las consecuencias de esa participación (Font, Blanco, Goma y Jarque, 2000).
En el complejo proceso de construcción de una conciencia patrimonial, la participación ciudadana permite el afianzamiento de organizaciones ocupadas del tema, así como el desarrollo de acciones concretas al entorno físico y social. Muchas de estas acciones pueden orientarse a capacitar, recuperar saberes y tradiciones, difundir el valor patrimonial y mejorar el espacio público en ciudades y barrios.
Lo interesante de este fenómeno es que esta utilización del patrimonio cultural existente en los barrios por parte de sus propios habitantes, es lo que se podría enmarcar en el marco teórico del desarrollo sostenible desde una perspectiva local. Este concepto en Latinoamérica es asociado principalmente a los grandes procesos de recuperación de los centros históricos, en que la planificación toma un rol preponderante. Esto exige una disposición a revisar los conceptos y modelos con que habitualmente se piensa y opera en materia de patrimonio, más allá de las piezas de valor histórico e integrando el patrimonio inmaterial.
La educación para la participación ciudadana desde los barrios puede contribuir para una diferente correlación de fuerzas entre los diferentes grupos y sectores que componen la sociedad. Pese a la ruptura de los modelos totalizantes de la sociedad y la fragmentación de las identidades, la educación que se plantea y se aspira a consolidar debe aceptar las rupturas y las nuevas manifestaciones como lenguajes culturales actuales y dinámicos. La participación ciudadana es fundamental dentro de este desafío, para que la sociedad pueda establecer nuevas relaciones con la cultura material e inmaterial que esta produce y con ello renovar el compromiso de las comunidades a una mejor gestión de sus barrios y ciudades.
Referencias
ARNSTEIN S. (1969). A leader of citizen participation. Journal of the American Institute of Planners, EE. UU. 35: 4, 216-224.
FONT, J., BLANCO, I., GOMA, R. y JARQUE, M. (2000). Mecanismos de participación ciudadana en la toma de decisiones locales: una visión panorámica. Caracas: Ensayos Clad.
MARTÍNEZ, M. (2011). Dimensiones múltiples de la participación ciudadana en la planificación espacial. Reis 133, enero-marzo 2011, pp.21-42.
SUBIRATS, J. (2005). Democracia, participación y transformación social. Polis nº 12.
YÁÑEZ, P. (2012). Gestión del patrimonio cultural y participación ciudadana. Treballs d’Arqueologia, (18), pp. 99-123.