Por Sergio Salazar Álvarez, Magíster en Arquitectura, Profesor de la Escuela de Arquitectura. Universidad UNIACC
El avance de las tecnologías, los procesos de innovación y la reformulación de distintas disciplinas (entre ellas la educación) nos han conducido progresivamente a un nuevo tipo de sociedad, donde las condiciones de trabajo y los mecanismos de transmisión de la información, adoptan formas nuevas y desafiantes. Si estamos viviendo una revolución de la tecnología, ésta nos exige un nuevo planteamiento educativo.
La transmisión de la información y del conocimiento se ha potenciado en escenarios de aislamiento (como el que estamos viviendo hoy), mediante el rol de las redes de comunicación, especialmente internet. Ello da pie a la idea de incorporar cada vez más los recursos tecnológicos al proceso de educación a distancia, pero no debe llevarnos al error de olvidar que el acto didáctico responde a una relación de enseñanza-aprendizaje, donde el rol del docente es crítico; ya no como dueño del conocimiento, sino como un guía que acompaña al estudiante en su recorrido.
El Proyecto Educativo de UNIACC es coherente con esa comprensión. La práctica pedagógica “se sustenta en una concepción Humanista del mundo, que sitúa a la persona en el centro de toda expresión sociocultural y que se caracteriza por considerar, en toda explicación y comprensión de la realidad, el contexto, lo global y lo multidimensional del sujeto y del conocimiento” (VRA UNIACC, 2016, p.4).
Ahora bien, debemos ser conscientes de que el estudiante se iniciará en esta experiencia de educación a distancia con posibles dificultades y comprensibles temores. Las tecnologías de comunicación virtual integran a un grupo importante de individuos a las posibilidades de la educación a distancia, no todas las personas cuentas con iguales conocimientos que les permitan usarlas en propiedad.
Mediado por estas tecnologías el aprendizaje es esencialmente asincrónico, reordenando el espacio y el tiempo de cada sujeto, otorgando más libertad y flexibilidad para organizar la experiencia, y abriendo nuevas posibilidades de elegir. Buena parte de la interacción es por ensayos, videos y foros, integrando la palabra hablada y la escrita con sonidos e imágenes, generando nuevas formas de trasformar los códigos de comunicación habituales.
Los docentes debemos, por tanto, cautelar que este proceso sea una experiencia enriquecedora y no angustiante, capaz de mejorar el proceso de enseñanza-aprendizaje y también cuestionar cómo videos, guías, lecturas y foros pueden ayudar a que se logren los objetivos educativos. Se trata pues de cuestionarse el sentido en que usaremos cada recurso, conocerlos y decidir su uso más conveniente de acuerdo con los contenidos y objetivos de aprendizaje.
Desde esta perspectiva, el aprender a aprender que deseamos impulsar en el estudiante, podría significar un riesgo. Como menciona Martiniano Román, este modelo supone dotar al individuo de herramientas para aprender y de este modo desarrollar su potencial de aprendizaje (las posibilidades de aprendizaje que posee) y a la vez desarrollar su inteligencia potencial (ROMÁN, 2011). El riesgo es depender demasiado en los posibles usos de la tecnología dentro del proceso asincrónico, y el papel autónomo del estudiante en una sociedad poco habituada a procesos de reflexión crítica y condicionada por las tecnologías. Por tanto, realizar docencia en modalidad virtual exige un cambio de paradigma, y ese proceso no está libre de dificultades. Pero ello significa también una ocasión fecunda para re-plantear el modo en que profesores y estudiantes construimos un espacio de comunicación y colaboración.
Así lo hemos abordado en el curso Taller IX: Anteproyecto de Título, exigiendo al alumno desarrollar proyectos de mayor complejidad arquitectónica, aplicando todo el conocimiento y las destrezas adquiridas en las diferentes etapas y asignaturas de la carrera, consolidando la capacidad de trabajo en equipo. Durante el presente semestre, los estudiantes, organizados en cinco grupos, han abordado el estudio de lsla de Pascua y de su capital, Hanga Roa. El taller ha buscado diagnosticar su actual estado, problemas y oportunidades para proponer una alternativa de intervención o transformación que brinde una respuesta eficiente a los desafíos que enfrenta en el siglo XXI.
Mediante conferencias online, donde incluso han asistido invitados a las correcciones, los alumnos han realizado ejercicios de mapping, diagramas, imágenes-objetivo y representaciones planimétricas, como parte de la formulación de un Plan Operativo, construido en base a herramientas digitales.
Desde el estudio de fuentes documentales, entrevistas con expertos, fotografías aéreas, y archivos SIG (Sistema de Información Geográfica), cada equipo ha podido implementar estrategias de diseño y representación, para explorar la definición y el desarrollo de un proyecto urbano que ponga en cuestión la interacción de los espacios públicos, la necesidad de nuevas infraestructuras y los procesos de transformación de Isla de Pascua.
El análisis pedagógico de los recursos en cada unidad ha sido esencial, a fin de que las nuevas posibilidades que ofrecen estas herramientas sean utilizadas en el contexto de un estilo educativo renovador, y un aporte al ciclo de aprendizaje.
No podemos dejar de valorar, en general, las transformaciones que estos medios han aportado al mundo educativo: nuevos escenarios y entornos de aprendizaje, nuevas modalidades de formación, los procesos de mejora o innovación que han supuesto, los cambios producidos en el rol del profesor y del alumno, el diseño y producción de material, la evaluación, y otros. Como señala Josep M. Duart “la relación que se establece entre educación y virtualidad es una relación de creatividad” (DUART, 2000, p.3). Y nos ofrece la tremenda oportunidad de volver a pensar de forma creativa la educación, así como los mecanismos y dinámicas que le son propias.