Ana Reeves: “Estar con gente joven me ha hecho crecer mucho interiormente”

La Decana de la Facultad de Artes de la Universidad UNIACC, Ana Reeves, dio una extensa entrevista para el suplemento de Mundo Mayor de “El Mercurio” en donde habla de sus 60 años de carrera, su vocación, su vida y el estreno de “Eloisa”

Entrevistada por la periodista María Florencia Polanco, la entrevista a la Decana Ana Reeves comienza contando su experiencia como estudiante escolar en un colegio de monjas, en donde partió su interés por el Teatro. Según dice, “cuando le conté a mi mamá que quería ser actriz, me dijo que no, y fue el capellán del colegio con unas monjas quienes fueron a hablar con ella y le dijeron ‘déjela, porque parece que esto no es un capricho, es una vocación’”.

La actriz y decana de la Facultad de Artes de la Universidad UNIACC ha desarrollado su vocación de manera profesional a través de seis décadas. Tal como describe la nota de “El Mercurio”, “Anita Reeves está acostumbrada a las cámaras. Mientras el fotógrafo le toma retratos en la sala de maquillaje de la facultad que lidera no duda en hacer bromas. ‘Estoy acostumbrada a las cámaras de tortura’, dice, agravando la voz, frunciendo el ceño y entrecerrando los ojos. Lo hace con tanta ligereza y seguridad que es como si el arte de actuar lo hubiera inventado ella”, dice Ana Reeves.

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La portada del suplemento Adulto Mayor de El Mercurio con la entrevista a la Decana Ana Reeves.
A continuación, reproducimos el resto de la entrevista a la decana Ana Reeves

 

Sobre la mesa hay papeles, un cabestrillo, una gruesa agenda azul 2024, una botella de jugo con la leyenda “Hawkins. Stranger Things Happen Here ‘85” y el libreto de “Eloísa”, de Emilia Noguera y Andrés Kalawski, la nueva obra que protagonizará en el Teatro UC durante septiembre y octubre. Las últimas fueron “Como si pasara un tren” y “Gratitudes”.

—¿De qué se trata “Eloísa”?

“Eloísa es la primera médico mujer chilena. La idea es mostrar la dificultad del liderazgo femenino pionero. Siempre quiso ser médico y lo logró, a pesar de ser mujer”.

La actriz no oculta que el entusiasmo que le provoca este nuevo proyecto teatral se entremezcla con una frustración. Hace algunas semanas se operó el hombro y la recuperación es lenta. “Por primera vez en mi vida estuve con licencia. Me tendría que haber intervenido antes, pero me puse a hacer teatro, teatro y más teatro. He sido siempre muy autovalente y el hombro de ‘miéchica’ ha sido muy invalidante. He tenido que pedir ayuda, pero esa dependencia te permite entender que tienes que sostenerte en otros. Voy a seguir haciendo teatro. Me dolerá, pero mi herramienta saldrá a flote”, declara.

—No es fácil dejarse cuidar.

“Es fuerte. Conozco gente que se pone irascible. Viéndolo de afuera, uno puede decir, ‘por Dios’, pero si somos un poquito más humildes y miras a la persona con amor te das cuenta de que es entendible”, señala la Decana Ana Reeves.

—Perder independencia es un duelo.

“Es bien jodido, pero uno tiene que pelear contra eso y no dejar que te pase la rueda por arriba, aunque te esté pasando. Decir ‘puedo hacer otras cosas’ y hacer otras cosas”.

—¿Hace cuánto tiempo se dejó las canas?

“Me las dejé para la obra ‘Mi hijo solo camina un poco más lento’, dirigida por Bárbara Ruiz-Tagle, y no me las volví a teñir nunca más. Podría haber usado una peluca, pero era bueno para el personaje que se le viesen las raíces, porque la humanizaba. No era por coquetería o para que se viera más vieja. Y yo me humanicé también con mis canas. Nunca las rechacé, siempre tuve que teñirme por personajes de la tele, pero después dije ‘canas for ever’. Lo último que hice teñida fueron ‘Los años dorados’, después, nunca más. De a poco empezaron a salir estas cositas blancas que le hacen mucho juego a mi cargo de de-cana”.

—Algunas mujeres se dejan las canas para rebelarse contra el canon de belleza. Todavía existe el estereotipo de que los hombres se ven “maduros”; pero nosotras, “mayores”.

“Yo no lo hice por eso. No soy de esa onda de rebelarse. De partida, creo que el haber elegido ser artista y ser actriz es una rebeldía lo suficientemente grande. Hay gente mayor que se ve magníficamente bien con el pelo teñido y si lo quieren hacer me parece estupendo. Quizás las canas son más cahuineras, porque te exponen, pero lo que más te indica el paso de los años es la agilidad, el ya no poder hacer ciertas cosas. Hay una fatiga de material que te va indicando que tienes que ser más cuidadoso, ojalá, también en tus emociones, sentimientos y pensamientos”.

—¿En qué sentido?

“Que ya no llegas y emites un juicio, te pones prejuicioso o discriminador. El envejecimiento del cuerpo le va dando mayor juventud a la comprensión de la vida y eso es algo bueno y sano. Por ejemplo, puedes pensar que las cosas que hacen los jóvenes o cómo se visten te molesta. Pero no es que te moleste, es que no te gusta. Es esa capacidad de entender que no es feo, es diferente”.

—¿Esa perspectiva se la han ido dando los años?

“Creo que sí. Y también el trabajar tanto con gente joven. Cuando tú actúas con gente más joven es fantástico, porque aprendes una barbaridad. Dejas de estar en tu punto de confort. Estar con gente joven me ha hecho crecer mucho interiormente y entender que estamos viviendo otro mundo”.

—Uno de sus amigos jóvenes fue Felipe Camiroaga. ¿Cómo surgió esa amistad?

 “En TVN. Lo conocí, porque lo iban a hacer actuar en una teleserie y querían que hiciera un taller conmigo. Ahí partió la cuestión y se profundizó. Hice de su mamá en una teleserie, entonces, él me decía (pone la voz grave) ‘madre’. A veces me pedía consejos, aunque después hacía lo que quería. Esa es una de las pérdidas que no pude procesar de inmediato. Tampoco te puedo decir si me dolió o no me dolió. Me paralicé y emocionalmente estaba desconcertada. Pero la vida es siempre estar en riesgo de muerte. Y no sé si es más peligroso estar en riesgo de muerte que en riesgo de vida en estos tiempos”, cuenta la Decana Ana Reeves.

—¿Por qué?

“Por cómo está el mundo. Con una tecnología avasallante y la pavorosa inteligencia artificial que tiene sus beneplácitos, pero que es un disparo en los pies, que es peligrosa. Pero si hay algo que la inteligencia artificial nunca va a poder hacer es transmitir una emoción. No te va a poder copiar el adentro”.

Ana Reeves estuvo casada, pero no tuvo hijos. “No porque no tenga sentido maternal. A mí me hubiese gustado tener hijos, como me hubiese gustado tener hermanos; haber conocido a mi papá, que murió antes que yo naciera; que mi mamá me hubiese visto ejercer, porque murió cuando yo cumplí 17 años. Siempre digo que soy lo que quedó de una sucesión de pérdidas, pero no como algo melodramático. Ahora estoy sintiendo más a mis muertos que en la vida entera. ¿Tal vez porque estaré más cerca de ellos? No sé. Tampoco sé si hay vida en la otra vida. Siempre pienso en eso”.

—La muerte suele ser un tema tabú. ¿Por qué?

“Porque se te juntan todos los miedos. Hace años estábamos con Jaime Vadell en el camarín y, en ese momento, me dijo ‘a mí lo que me molesta de la muerte es que uno se va y la fiesta acá sigue’. Me pareció tan bonito. Es cierto que a esta edad piensas más en que estás por irte for ever, es bueno tener esa conciencia, pero a mí me gustaría irme, por un lado, sin jorobar a nadie, pero también con alegría y haciendo cosas buenas, dialogando, estando, como Molière, que prácticamente se murió en el escenario”.

 —¿Cree en el cielo?

“No creo mucho en el cielo. Me encantaría creer. Me encanta la gente que tiene fe y que cree. Yo soy miedosa, entonces, probablemente en algún determinado momento voy a querer creer en el cielo para irme al cielo. Pero, en realidad, no creo que exista. Yo creo que este caballero (Dios) se fue de vacaciones hace mucho tiempo y no ha vuelto”.

—¿Y en el infierno?

“Menos”.

—Y si pudiera elegir qué hay después de la muerte, ¿qué sería?

“Un jardín enorme con la gente que tú quieres y con gente que no conoces y vas a conocer ahí. Con la que te lleves bien, en donde no haya ni rencores ni odio. O sea, la perfección emocional y de la vida, un compartir alegrías, estados buenos, no aburridos y donde hubiese, por supuesto, un escenario”.

—¿Actuaría post mortem?

“Claro que sí. Lo más probable es que sin maquillaje, pero no me veo con una túnica ni con alitas de ángel”.

—¿Cómo se está retratando la vejez?

“La forma en que la retrató Bárbara Ruiz-Tagle en “Las gratitudes”, que es una novela de Delphine de Vigan, tenía algo muy importante para la vejez, que es la dignidad”.

—¿Hay un trato digno hacia los mayores?

“Para nada. Acá, ‘viejo de mierda’ es un insulto. ¿Has escuchado a alguien decir ‘joven de mierda’? Estamos partiendo de la base de que somos sujetos de insulto”.

—¿En qué momento de su vida está?

“Me siento libre. Tengo una bendición enorme, que es que alguien siempre estará para empujarme en una sillita o para llevarme al apa. Tengo muy buenos amigos y gente muy linda al lado que me quiere y que yo quiero harto. Eso es impagable”, concluye la Decana Ana Reeves.

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