Columna de opinión
Mantener un sistema social organizado no debe implicar estatismo sino, por el contrario, urgencia creativa y transformaciones coherentes. Es por eso que preocupa el estado de la educación en torno al arte.
Arte y educación
Se interpreta la experiencia y se proponen acciones renovadoras siempre de acuerdo o en base al mundo de ideas adquiridas. Debido a eso, es antiguo incluir al ingenio como sujeto de la educación formal: Sócrates y Platón ya hablaron de ello.
Schiller llamó la atención sobre la necesidad de una filosofía de la educación basada en la capacidad creadora, mientras que Roberto Gloton (1968) señalaba que “tendremos una falsa idea de lo que es la educación nueva si olvidamos el papel que el arte debe desempeñar”.
«Se habla mucho acerca de la necesidad humana de comunicación y expresión»
«Lo que hay que comprender primero es que es el arte el que otorga los medios para que dichas necesidades sean satisfechas».
Además, si el oficio no forma parte de la estructura particular de pensamiento, difícilmente servirá para la interpretación del medio en que se produce.
Schiller afirma que el arte es un medio para mejorar la sociedad y que el artista es el encargado de ponerlo en práctica. “A través del arte”, escribe, “el hombre se libera de las influencias, volviéndose pleno de moralidad”.
Al igual, Schiller construye la teoría de la estructura humana a través del concepto de estado y el de persona. Señala que esta es el elemento permanente y que el estado, temporal y variable, es el determinante de la persona. Los estados por los cuales esta pasa son dirigidos por impulsos.
Cuando domina el impulso formal, el estado es regido por principios de moralidad; en cambio, si domina el impulso sensible, en el hombre predomina un estado subjetivo variable, físico.
¿Quién tiene el equilibrio entre el arte y educación?
Es la educación la que tiene la responsabilidad del equilibrio entre ambos, posibilitando que haya oportunidades de desarrollo para ambos impulsos, “lo que permitirá que se liberen y limiten entre sí”.
De la armonía entre las fuerzas de la sensibilidad y de la razón ambas importantes provendría el tercer impulso: el lúdico, que une las necesidades físicas y morales, sensibles y espirituales, y libera al hombre para su desenvolvimiento social.
Según Schiller, este impulso es regente del estado ideal: el estado estético, “al cual todo hombre debe aspirar, pues el hombre sólo es pleno cuando lo alcanza”.
Sucede que el alejamiento entre la vida estética y la pretendidamente intelectual (no hay vida intelectual sin un espíritu rico y sensible) conduce a la decadencia. Por lo tanto, la presencia del arte en la educación es condición sine qua non de una existencia sana, completa y amplia.
Francois Lyotard, en su libro “La Postmodernidad (explicada a los niños)”, señala que la estética moderna es una estética de lo sublime, pero nostálgica. “Es una estética que permite que lo impresentable sea alegado sólo como contenido ausente, pero la forma continúa ofreciendo al espectador, consuelo y placer. Dolor de que la imaginación no esté hecha a la medida del concepto”.
Esta imaginación y todas las acciones sociales y mentales producidas de ella debe ser orientada por padres y maestros, pues dará las condiciones para el conocimiento y la comprensión de las relaciones humanas, leyes y efectos sociales del mundo de hoy.
La creación artística, hoy una exigencia para el artista tanto como para el ciudadano corriente, es resultado del encuentro de las visiones condicionada e incondicionada. De ese vínculo nace el cambio que primero impacta personalmente para luego afectar al grupo y terminar diversificando y haciendo avanzar mejorar toda la vida social.
Los espacios de libertad (religiosa, política, social) son cada vez mayores y el mundo actual permite, al hombre libre, hacer uso de ellos. Por lo mismo, resulta necesario reflexionar acerca de cómo conseguir que dicha utilización sea creativa y represente el triunfo de la buena imaginación.
El mundo de hoy tiene una nueva forma de mirar y de percibir. Si la libertad hasta para enarbolar prejuicios, lo que casi es una negación de la libertad, es el signo de los tiempos, el planteamiento parte del fin del constructivismo y la muerte de las ciencias positivas.
El hombre ha tomado definitiva y trágica conciencia de que está absolutamente solo y que su percepción siempre es distinta de la de quien está a su lado. Por lo mismo, ha crecido el mundo en individualismo y rupturas, éstas últimas más totales que las que precipitaron antes algunas grandes crisis porque son quiebres esenciales y particulares (no hay uno igual a otro), en nada parecidos a las diferencias de enfoque nacidas de la participación democrática en un medio social discutible.
Los espacios de consenso, fundamentales para la vida en sociedad, validan la importancia de la educación en el arte. Es frente a ella que vuelven a coincidir, por uso de la voluntad, el impulso formal y el sensible.
Es el arte el que posibilita un equilibrio real entre la vida sensible-física y la mental-espiritual. De otra manera, el desorden o la alienación están garantizados. Es lo que hoy parece querer dominar el mundo.