«La creatividad y el poder transformador del lenguaje no se queda ahí, sino que también nos sirve para crear formas de convivencia (a la luz Chomsky y su Gramática Generativa Transformacional, por ejemplo): la democracia, la igualdad de roles, el pacifismo, la República Ideal (Platón), la «República de los fines» (Kant); criterios prácticos de convivencia al interior de una organización – «Habilidades blandas» y «buenas prácticas comunicacionales -.
Es decir, no estamos limitados por nuestra naturaleza; sino que el «soplo divino» del lenguaje, nos hizo ser constructores de nuestro propio destino; y con las reflexiones metafísicas de la ética, proyectar las formas de convivencia de las generaciones futuras. Un ejemplo de ello, son las discusiones en torno a la sustentabilidad».
Columna de opinión
Una de las discusiones más importantes de la Filosofía del lenguaje es si el lenguaje humano sirve solamente para describir pasivamente la realidad, o si también moldea y crea nuevas realidades.
Esa es la visión central del nuevo paradigma que supera la visión «Pictográfica» del lenguaje de la Primera Filosofía de Wittgenstein, quien planteaba principalmente que la función central del lenguaje era representar la realidad, tal cual como si se estuviese pintando un cuadro, ocupando las palabras como grafito o acuarela.
Esto puede sonar trivial, pero trae una gran cantidad de consecuencias a la filosofía.
Esto se debe a que al decir que las únicas palabras que tienen verdadero status o fundamento son las que se refieren a objetos físicos, deja en claro una tendencia empirista (sólo son válidos los datos que se pueden recoger a través de los sentidos) en su filosofía.
Al decir que conceptos como libertad, amor, espíritu, «yo», «ser», no tenían sustento empírico; sino que son abstracciones que hace nuestro cerebro de la suma de personas concretas que hemos visto haciendo actos libres concretos, por ejemplo; pero en el fondo, no había sustento real a los «conceptos metafísicos» – que están más allá del referente físico concreto -, o puramente teóricos.
En el fondo, con la Visión Pictográfica del lenguaje del Primer Wittgenstein, se estaba aniquilando la metafísica a manos del empirismo.
Sin ir más lejos, el empirista inglés David Hume, llega a cuestionar el «yo», la «consciencia de sí mismo» – que son conceptos metafísicos -. Por ejemplo, en el sentido que nada fisiológico y mental se mantiene de la misma forma de un segundo a otro de existencia de un sujeto; por lo que la idea de «continuidad de un ´yo mismo´», sería más bien una ficción de nuestro sistema nervioso.
Bueno, el empirismo tiende a la desintegración de las esencias en datos empíricos, observables concretos; es la tendencia de la ciencia moderna.
Sin embargo, es innegable que el lenguaje hace referencia a objetos que no tienen materialidad física, porque son mentales u abstractos; y, por tanto, escapan al dominio de lo puramente empírico, de los sentidos; lo que básicamente representa el problema epistemológico de la ciencia, su limitación metodológica que no le permite tener una visión más holista, integral.
Sin embargo, los conceptos teóricos o metafísicos, como libertad, amistad, amor, no tienen forma, color ni ninguna referencia física concreta; y su definición en sí involucra un amplio debate filosófico que sólo se puede hacer a través del lenguaje, y de esta forma; a través del lenguaje existencial (Maslow), diseñar nuestros valores, imaginar nuevas realidades.
Así, el lenguaje existencial, metafísico, filosófico, metacognitivo, hace que nos proyectemos hacia la creación y transformación – norte del Modelo Educativo UNIACC -. Es decir, si fuese cierta la teoría pictográfica, el lenguaje no serviría para crear o inventar, sólo para reproducir la realidad externa.
El lenguaje crea mundos
Ahora, ¿Qué creamos con la imaginación y el lenguaje?: cosas nuevas; por ejemplo. Desde tiempos remotos nos sentábamos en piedras o directamente en el suelo; pero a un hombre o mujer específico se le ocurrió una silla – en su mente, como idea abstracta -, la diseñó y construyó, y mágicamente (zacapúm) apareció algo que no existía antes.
Esta creación, no es referente de nada físico que lo haya precedido (contradiciendo al 1er Wittgesnstein); sino que viene de ese misterioso «yo abstracto» (como una suerte de demiurgo interno), de una idea abstracta de nuestra mente;
Pero la creatividad y el poder transformador del lenguaje no se queda ahí, sino que también nos sirve para crear formas de convivencia (a la luz Chomsky y su Gramática Generativa Transformacional, por ejemplo): la democracia, la igualdad de roles, el pacifismo, la República Ideal (Platón), la «República de los fines» (Kant); criterios prácticos de convivencia al interior de una organización – «Habilidades blandas» y «buenas prácticas comunicacionales -.
Es decir, no estamos limitados por nuestra naturaleza; sino que el «soplo divino» del lenguaje, nos hizo ser constructores de nuestro propio destino; y con las reflexiones metafísicas de la ética, proyectar las formas de convivencia de las generaciones futuras. Un ejemplo de ello, son las discusiones en torno a la sustentabilidad.
Y por si esto fuera poco, las nuevas perspectivas con respecto al Lenguaje indican que con él podemos irle dando forma día a día a nuestro propio ser, que no es de una vez y para siempre.
La visión clásica de alma de la antigua Grecia, indicaba que uno nace con un alma que es inmutable, porque es un «ser», una idea, que para los antiguos griegos, permanecen siempre idénticas a sí mismas, inmutables, eternas y perfectas; por tanto, cada acto contingente de una persona es efecto o manifestación de la misma alma.
Llevado esto a la postura clásica – antigua – del lenguaje, uno «habla como es»; es decir, lo que uno dice – lenguaje – es el reflejo de nuestro ser; sin embargo, las filosofías contemporáneas plantean que uno también es como dice – o piensa -.
Por ejemplo, si pensara en un momento – con el lenguaje, porque pensamos gracias a él – que estoy demasiado despreocupado con mi estado físico y quiero ir al gimnasio; ocasionaré una seguidilla de actos concretos en la realidad futura, que serán propiciados por este ente abstracto que es el lenguaje.
Y la deriva de vida a la que me lleve mi determinación lingüística de ir al gimnasio, generará a otro ser en el futuro. Entonces, en este caso, no sólo digo como soy; sino que estaría siendo como dije; el lenguaje generó, hizo aparecer (magia, alquimia) un ser distinto en el futuro; por lo que antecedió y fue causa del ser.
Por tanto, el lenguaje no sólo es el reflejo del ser, sino que también es generador del ser; y esto se alinea con la filosofía existencial (Nietzsche, Heidegger, Sartre, Camus, etc.) que plantea que nuestro ser no es de una vez y para siempre, eterno e inmóvil, como pensaban los griegos antiguos.
En realidad el lenguaje es un eterno flujo; que cambia constantemente en función de las decisiones, acciones, declaraciones, juicios y promesas que hacemos en el presente; y que son responsabilidad de cada cual; a través del lenguaje, somos constructores de nuestro propio ser y destino.
Autor de la columna:
David Mejías Pastene
Académico asociado UNIACC, perteneciente a la Facultad de Administración.
Docente Tutor On Line. Periodista, Licenciado en Ciencias de la Comunicación (Ucn); Magister en Educación Superior (Uniacc); Magister © Filosofía de las Ciencias (Usach). Ejerce la docencia también para la Escuela de Administración Pública y Ramos Transversales y Generales de UNIACC.