“Aprendí de la escuela de Publicidad y de la UNIACC que, primero que todo, no hay que tener miedo a lo que hacemos, a ser atrevido. A pedir, a veces, disculpas antes que permiso, y eso hasta hoy me ha dado muchos resultados”, asegura el titulado de Universidad UNIACC, Gabriel Jiménez.
El profesional, quien reside “desde hace casi cinco años” en París, Francia (“la que hoy considero mi ciudad”), es el creador y fundador de Hors Piste Mag, “un media online de contenido muy diverso y muy disperso. Utiliza la misma lógica de los canales de televisión, pero con formatos online, como fotos, artículos y secciones fijas, que a través de sus temporadas entretienen al público parisino”.
En Hors Piste Mag –“cuya traducción sería fuera de pista”- el objetivo principal es entretener, “pero con un lenguaje muy cercano y real a lo que viven los jóvenes parisinos, ya que siempre he tenido la sensación que los medios de comunicación están un peldaño o dos sobre el público cuando comunican, lo que me parece válido. Pero en este medio el sentido es estar frente a frente y de igual a igual a la gente”.
El titulado de Publicidad explica que “el proyecto nace a comienzos de 2018, cuando me di cuenta de que nuestra generación, y principalmente yo, era alguien que hacía muchas cosas a la vez. Fotos, videos musicales, gestión cultural, publicidad, arte (…) pero que aún no tenían ni principio ni final, porque no había encontrado ningún trabajo que me permitiera hacer todo eso que amo a la vez. Así que gracias al consejo de un amigo, decidí crear esta plataforma que reuniera todo, es decir, el lugar físico que me permitía crear con libertad absoluta”.
Jiménez afirma que en su proyecto promueve “el formato de los multi-task (tareas múltiples), porque todos podemos y debemos hacer de todo. Trabajo como director creativo, a veces como productor, a veces grabo, a veces observo, a veces apoyo a quienes necesiten mi ayuda. Eso le da un toque diferente cada día a mi trabajo”.
-¿Con cuántas personas trabajas y en qué funciones?
Partimos cinco, ahora fijos somos tres. Junto con mi socia, Céline Quintin, hacemos de todo, pero el modelo es mayormente colaborativo y de proyectos. Esto nos hace invitar muchos artistas o creativos a darnos una mano, según vayamos necesitando. Por ejemplo, ahora tenemos una sección de foto-reportaje urbano que se llama “Jetable”, en la cual nos colabora, por ejemplo, Benoit. Él es un fotógrafo especialista en moda que ha trabajado para revistas como Vogue, Elle y también para las Fashion Weeks en París. Para la misma sección nos ayuda Futuro Berg, un gran artista y amigo fotógrafo y audiovisual chileno que reside en Europa, y que se ha especializado en el tema de la inmigración y los refugiados. El fin de generar contenido queda abierto a nuestras necesidades y, si alguien quiere venir con una buena idea, siempre será valorado y bienvenido.
Para Gabriel Jiménez, el mundo profesional “es trabajo, es aprendizaje, es dejar el ego de lado; entender y comprender que es nuestro trabajo, que lo que hacemos es nuestra pasión y esa pasión en cada entrega se lleva una parte de nosotros. Y por muy lindo que fuese, debemos aprender a disfrutar tanto el equivocarnos como el éxito”.
-¿Cuáles son las proyecciones o expectativas de este emprendimiento?
La proyección es claramente poder vivir 100% de él, ya que en esta primera fase es puro corazón. Queremos llegar a crear una plataforma de creatividad y contenido que sea atractiva tanto para el público que nos quiera leer, y para nosotros como los creadores. Queremos que nos deje el corazón llenito, como ya lo ha hecho hasta ahora. Creo que el dinero y las marcas o colaboraciones económicas hoy saben leer y apoyar este tipo de proyectos cuando funcionan.
-¿Qué puedes compartir sobre tu carrera profesional desde que egresaste?
Que la carrera profesional es como las herramientas para un maestro chasquilla. Puedes tener el destornillador, el martillo, el alicate y otras cosas, pero para saber arreglar un calefont hay que saber que antes no fuiste capaz de hacerlo. Vivimos en un mundo de muchas presiones profesionales, más en las carreras comunicacionales o creativas, porque muchas veces, en Chile, nuestro trabajo no es valorado como debería ser. Y eso nos obliga a buscar equilibrar mostrándonos siempre buscando el éxito ciegamente.
Yo empecé a trabajar antes de mi egreso como publicista. Tuve suerte y a los 20 años era director creativo. Fue entonces cuando me pegué una de las caídas más grandes de mi vida profesional. Eso me hizo darme cuenta de que esto es trabajo, es aprendizaje, es dejar el ego de lado; entender y comprender que es nuestro trabajo, que lo que hacemos es nuestra pasión y esa pasión en cada entrega se lleva una parte de nosotros. Y por muy lindo que fuese, debemos aprender a disfrutar tanto el equivocarnos como el éxito.
-De lo que aprendiste como alumno en la Escuela de Publicidad, ¿cuál consideras ha sido el o los aprendizajes más valiosos que has aplicado en tu vida profesional?
Que hay no tener miedo a lo que hacemos, a ser atrevido. Segundo, la red de contactos, debemos saber que toda la gente con la que estudias, o tus profesores o gente que conociste en la Universidad, es con la cual podrías toparte en un futuro. Hasta hoy con compañeros de curso -amigos de audiovisual, arte y hasta danza- hemos estado en contacto para ayudarnos en proyectos y hasta tomar un café. Y tercero, la calidez de la gente de la Escuela de Publicidad y, en general, de la UNIACC.
-Hablas francés, inglés, español y un poco de italiano, ¿cuál consideras es la importancia de conocer idiomas en el mundo profesional de hoy?
Te abre las puertas a entender mucho más, a comunicarte mejor, a desarrollar una instancia de “querer entender”, a abrir un diálogo con personas que quizás nunca en tu vida pensarías haber conocido. Y ese diálogo es la puerta para conocer culturas, maneras de actuar, frases, encontrar similitudes y un millón de posibilidades que son un alimentador para quienes somos creativos, porque vivimos de experiencias, creamos desde visualizaciones o proyecciones de la realidad o de una fantasía. Tengo la suerte de haber aprendido el inglés bien y a la fuerza, porque o si no, no comía cuando estuve en Nueva Zelanda. Fue parecido con el francés y, pese a que es un proceso forzado, me ayudó a, igual como los niños, abrir los ojos y volver a observar.
Imágenes: cortesía de Gabriel Jiménez.
Universidad UNIACC